martes, 25 de agosto de 2009

Digamos que el verano inspira tirando a poco. Será que mientras tú te ves sumergido en un mundo de nubes de pelo de angora, tus ideas se van con el aire fresco y la horchata a tomar el sol en cualquier costa rocosa. Sin sombrillas pero oliendo a factor treinta. A hincharse de pulpo o rabas y cerveza bien fría. Será que salen de fiesta. De feria en feria del sur, de encierro a encierro en el norte. Corren y bailan. Gritan y saltan. Y cuando quieren volver a casa están demasiado cansadas. Se sientan a tu lado en la alfombra del salón y comentan la jugada sin el esmero que esperabas. Será que ahora duermen siestas de tres horas para recuperarse de la noche anterior. Preferirán aprovechar las horas sin luz, que antes no hay quien salga a la calle. Será que hasta los días que llueve el cielo sólo descarga sonrisas. O ganas de no pensar. Te paras, perdiendo la vista, y dejas que el ruido de granizo contra los toldos a rayas y los capós de coche sea lo único que inhunde tu cabeza. Digamos que el verano inspira tirando a poco. Será que este año, caso omiso a la crisis, es tu cabeza quien cierra por vacaciones.