sábado, 16 de enero de 2010

Hay ciertas cosas para las que, a día de hoy, no estás en absoluto preparada. Y no me refiero a bodas, bautizos y comuniones, biberones pre y postcalentados o doce uvas en una familia que no sea la tuya. Si tu padre marca paquete con esos gayumbos negros nuevos. Si tu madre deposita sus condones del siglo III en el primer cajón de tu armario, entre bragas y sujetadores de encaje, porque ya no va a necesitarlos. Si tu primo produce cagarros de tamaño descomunal. Son cosas que no tienes porqué saber. Son cosas que no te hacen falta.

Pero por no hacer, tampoco hacen falta flores ni pétalos de rosa sobre el edredón y a lo largo del pasillo. Ni música antes de acostarse. Ni regalos en ocasiones especiales. Ni palabras perfectas susurradas al oído. Ni paseos nocturnos alrededor de un faro. Ni colchones blandos, ni menos blandos. No hacen falta. No. Porque tampoco sabes si estás preparada para ellos. Como tampoco estás preparada para decir la verdad y toda la verdad por miedo más a que no guste que a que guste demasiado. Para querer como habías olvidado que se podía. Para dejar de pensar y darle la vuelta a todo. Para que las cosas, de repente, sin saber cómo o porqué, salgan bien. Para que, sorprendentemente, esas cosas que no necesitas saber ni sentir...te gusten.

3 comentarios:

alfonso dijo...


La lista es interminable. No estamos preparados para casi nada y el tiempo necesario es la eternidad. Mientras... vamos improvisando.
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un beso

CR ____________________________________
LMA

Aida Cooper dijo...

Seguro que se puede ser más genial, pero entonces ésto perdería encanto, y eso, es lo que marca diferencia entre genios y genialidades. Han pasado años y no me he cansado de pisar este lugar. No creo que lo haga, es reconfortante ver que seguimos a flote, jaja.

Un beso.

Eriwen dijo...

Si estuviéramos preparados para todo sería menos divertido.